La ley educa. Cuando una ley manda o prohíbe algo, pensamos que se trata de algo importante. Cuando una ley de educación deja como optativa una asignatura, da a entender varias cosas: 1) que esa asignatura es solo para aquellos a los que interesa, cara a alguna actividad futura, o simplemente, porque les gusta y disfrutan con ella. 2) que si alguien no quiere elegirla, no pasa nada, puede prescindir de sus conocimientos, pues su desconocimiento no le va a suponer carencia alguna. Será por eso que nuestro ministro Wert, de triste memoria, relegó las asignaturas Ética e Historia de la Filosofía, situadas en los últimos cursos de Secundaria Obligatoria y Bachillerato, al rango de optativas.
Quizás muchas personas consideren que la filosofía solo aporta elucubraciones vacías, curiosas pero estériles, superadas e innecesarias para manejarnos en nuestro cambiante mundo moderno. ¿Por qué hacer perder su precioso tiempo a nuestros alumnos, pudiendo dedicarlo a cuestiones verdaderamente útiles como el inglés, la economía o las matemáticas?
¿Deberían volver a ser comunes y obligatorias ambas asignaturas? Quiero aportar algunas razones que avalan el sí.
En primer lugar, nuestra civilización es esencialmente filosófica. Se ha constituido a partir de la actitud y la cultura de la Grecia clásica. Desde Tales de Mileto, pasando por Platón, Vitrubio, Galileo, Heissenberg? hasta nuestros días, no se ha roto la continuidad. Nuestros jóvenes necesitan conocer los fundamentos sobre los que se ha construido nuestra civilización si quieren comprender plenamente el mundo en el que viven.
Inger Enkvist, exasesora del Gobierno sueco, consultada en las actuales sesiones para conseguir un pacto educativo español, afirma que una gran falacia de la nueva pedagogía consiste en decir que los niños tienen que ‘aprender a aprender’. Contra eso, ella insiste en que los niños tienen que aprender contenidos.
La segunda razón enlaza directamente con la primera. La cantidad de contenidos filosóficos que nuestros jóvenes deben aprender es considerable, por eso no basta un curso, como la actual ley pretende. Ocurre de forma semejante en otras materias. A nadie se le ocurriría pensar que con estudiar lengua o matemáticas durante un curso, los jóvenes podrían adquirir una preparación suficiente. Además, comprender la filosofía requiere una capacidad de abstracción que no suele tenerse antes de los 15 años; por eso, conviene que por lo menos los tres últimos años del sistema educativo se dediquen a estudiar progresivamente los fundamentos de filosofía.
Nos pueden parecer evidentes muchas cuestiones, por ejemplo: que todo ser humano es persona; que una persona vale más que las cosas; que una conclusión lógica no es necesariamente verdadera: ¡niego la mayor! oímos con frecuencia; que algo bien visto no quiere decir que esté bien; que llevaba mucha razón Platón cuando afirmaba que los políticos deben estar al servicio de la polis, etc. Sin embargo, si todas esas cuestiones no se enseñan, dejarán de ser el fundamento de nuestro modo vivir; la fe en la tradición no es suficiente.
La tercera razón enlaza con otra cosa que también destaca la señora Inger: hay que recuperar la disciplina, la autoridad y el esfuerzo en la escuela. Si una materia es optativa, muchos no la escogerán: porque no les gusta, porque les cuesta, porque la desconocen. Pero para eso están los legisladores, asesorados por los que saben de educación. Como decía Platón, en la República, la principal tarea de los gobernantes es organizar la educación de sus jóvenes. Con ciudadanos bien formados, moral e intelectualmente, se podrá conseguir una sociedad justa o al menos no tan injusta.
Respecto al supuesto papel más activo del alumno que las nuevas corrientes de innovación reclaman, la señora Inge contesta: «La nueva pedagogía fomenta la antiescuela. Los colegios se crearon con el objetivo de que los alumnos aprendieran lo que la sociedad había decidido que era útil. ¿Cuál es el propósito de la escuela si el estudiante decide lo que quiere hacer?». Al hilo de esta cuestión: comenté hace dos días a una alumna que este curso se estaba esforzando mucho más que el curso pasado en Valores Éticos, optativa de 4º de la ESO. Y ella me contestó: ¡Maestra, es que este año es obligatoria!
Concluyo: no podemos dejar la formación de nuestros ciudadanos en manos de la subjetividad arbitraria, de los gustos o de las modas. Si queremos formar hombres verdaderamente libres, con una libertad fundada en el conocimiento, hagamos que aprendan y cultiven la filosofía.
Artículo de Isabel Zúnica Ramajo publicado en La Opinión de Murcia.